COMADREUSA


Thursday, September 5, 2019

Copla a lo que no fue (o ‘me equivoqué de poeta’)



Por Juana Bimba


 Esta les va en español, pues de otro modo no me sale, como no me saldría la copla si la intentara en inglés: “.,, sin haber sido tu esposa, ni tu novia, ni tu amante, soy la que más te ha querido. Con eso, ¡tengo bastante!”

 Palabras que sentí como desprendidas de algún romancero gitano, pero no eran de García Lorca ( sino de otro señor tan olvidable, que el legado de su llanto varía de blog en blog.)

En fin, eso poco importa, si lo que se alega es otra mentira de macho—¿quién, presa de alguna violenta obsesión, “tiene bastante” con haber querido, y punto? Si fuera así, ¿por qué cuesta tanto despedirse de una ilusión? ¿Por qué sorprende tanto descubrir que los años y la experiencia no inmunizan contra la locura de amar a un perfecto desconocido?

 Al principio es bonito, florecer en pleno otoño: se despiertan los sentidos, resucita la vanidad, un fantasma sensual ronda siempre las cercanías y por un tiempo, basta con verse reflejada en un espejismo de ojos negros que refulgen como azabaches.

Otra gente advierte el cambio. “¿Te recortaste el pelo?”, preguntan. “¿Adelgazaste?”
“¡Qué bien te ves!”

Pero por más que una quiera,  no puede vivir en una burbuja de ensueños.

“¡Goza tu sufrimiento, niña!”, me exhortaba Miguel, y yo me reía, porque no soy de esas. No me gusta sufrir, por eso vivo como vivo—lejos de todo lo que me pueda atormentar. Una es más feliz cuando no le duele nada.

Mi madre, que en paz descanse, me contó que al llegar nosotros a Miami, ella se puso a trabajar en el restaurante de mi Tía Rita en la Calle Ocho.Allí también trabajaba un hombre de mirada intensa y ojos azules—y mi madre se enamoró de aquel extraño. Sólo que vez de engañar a mi padre, ella decidió dejar el empleo.

Aquella noche, le lloró en los brazos a mi padre, quien nunca supo que la consolaba de haber tenido que abandonar a otro.

Ella se forzó a hacer lo debido para apartarse del objeto de una obsesión inconveniente, súbita, desesperada. Pero a veces, no hay que pasar por tanto. La vida interviene de por sí, y sugiere ciertos caminos, y los abre de modo natural.

 Son respuestas que se perfilan como una insinuación: hora de coger (otro) rumbo.

Adiós, alma mía.

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